Cornelio un insensible hombre que navegaba el océano, gastó su niñez y juventud soñando lo que sus padres humildemente no le podían ofrecer “riqueza material”: pero su amor por el dinero tenía su vida tan cegada que ni veía que tenía una familia multimillonaria de espíritu y valores. Cierto día decidió emprender un largo viaje por el mar en busca del tesoro que tanto anhelaba, dejó a sus padres, olvidando todo el amor que le brindaron. Pasaron diez años desde entonces y Cornelio seguía navegando, alimentándose únicamente de peces y mariscos. De pronto, dio con una pequeña isla; paró allí y decidió recorrerla en busca del tesoro. Buscaba y buscaba y nada encontraba, pasaron dos días y lo único que veía era una fea y tenebrosa cueva, en la cual él se imaginó encontrar únicamente restos de animales, moho y toda clase de inmundicias, ignorándola entonces. Al llegar la noche se acercaba una tempestad, la marea subió y las olas arroyaban con cualquier cosa y Cornelio no vio otra opción más, que buscar guarida en la ordinaria cueva; entró en ella y todo estaba muy oscuro, entonces prendió una pequeña linterna que llevaba, era tanto el brillo y la luz que se reflejaba que no era capaz de tener los ojos abiertos, se acercó mas y se dio cuenta que había hallado el tesoro, su felicidad era inigualable, saltó y gritó hasta el amanecer; cuándo iba a partir a su casa de nuevo con sus “riquezas”, se dio cuenta que no había asegurado bien su barca y la marea se la había llevado, estaba atrapado en la isla sin salida alguna, solo, sin lujos, comodidades, sin comida y sin su familia, pero con miles y miles de monedas, que en ese momento no le servían para nada, y fue entonces cuando comprendió que era rico hasta el día que partió de su casa, pero nunca percibió esa riqueza porque no tenía el color del oro, ni se podía palpar, y por buscar un supuesto gran tesoro, perdió todo aquello que podría tener su corazón rico y feliz.
Angie Carolina Jiménez Galeano.11º 2
